lunes, 28 de enero de 2008

¿Dónde está la legendaria Vinlandia?

UNA tierra con trigo silvestre, arroyos repletos de salmones, “uvas” (arándanos rojos) salvajes e inviernos sin escarcha: todo un paraíso para la gente de hace un milenio. El relato acerca de 36 varones intrépidos que viajaron allí fue la base de una investigación realizada en el siglo XX con el fin de determinar dónde es posible que los europeos pusieran pie por vez primera en América del Norte.


Entre los años 990 y 1000 de nuestra era, el vikingo Leif Eriksson y sus hombres emprendieron una exploración de 2.000 kilómetros. Al navegar rumbo al norte, bordeando el litoral occidental de Groenlandia, y luego virar al oeste, Eriksson se topó con dos regiones a las que denominó Helulandia y Marklandia, que hoy se cree que corresponden a la isla de Baffin y a Labrador. Pero el tercer punto donde desembarcaron, Vinlandia, quedó envuelto en un halo de misterio. ¿Dónde se encuentra aquella tierra legendaria?

En 1959 iniciaron la búsqueda los arqueólogos Helge Ingstad y su mujer, Anne Stine Ingstad. Sin más indicios apenas que los consignados en las sagas islandesas —antiguos registros normandos en los que se entreveran la historia y la ficción—, el matrimonio recorrió miles de kilómetros por tierra, mar y aire, a lo largo de las costas orientales norteamericanas. Finalmente, su tenacidad dio fruto al encontrar la pequeña comunidad de L’Anse aux Meadows, en la península septentrional de la isla de Terranova, donde un lugareño, George Decker, los condujo a una zona en la que parecía haber ruinas de casas cubiertas por la maleza.

Siete años de excavaciones arqueológicas bastaron para trazar convincentemente su historia y captar la atención mundial. Cabe mencionar que los Ingstad exhumaron ocho edificios de paredes construidas con tepes (terrones de césped) y una fíbula (broche para la ropa) de bronce. Todos los objetos denotaban origen vikingo. Uno de los hallazgos más importantes fue un pequeño horno de fundición de hierro. La datación de la escoria encontrada correspondía a los años en que, según las sagas, Eriksson había llegado al Nuevo Mundo. Por fin se disponía de indicios materiales de la presencia vikinga en Norteamérica.

Sin embargo, el lugar que hoy conocemos como L’Anse aux Meadows no encaja bien en la descripción fabulosa de Vinlandia, y es probable que nunca se determine con certeza su ubicación exacta. Pero todo indica que, aunque los vikingos tal vez no fueran los primeros en poner pie en Norteamérica, llegaron quinientos años antes que Colón.

Hoy día se puede visitar el yacimiento para hacerse una idea del modo de vida vikingo. Hay casas de tepe reconstruidas y una réplica de un barco vikingo que pudo haber utilizado Eriksson en su épica travesía. La ropa de época de los guías es un aliciente más para remontarnos mil años atrás e imaginar que vivimos como los vikingos.

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